Giorgio Vasari, 1534 – BY PERMISSION OF THE MINISTRY OF CULTURE – Gallerie degli Uffizi.
La capacidad de pertenecer a su propio tiempo y, al mismo tiempo, estar en constante evolución. Pintor intergeneracional, Francesco Granacci conjuga con maestría la elegancia renacentista con el espíritu audaz del Manierismo, la capacidad experimental de asimilar las lecciones de los grandes maestros. En Florencia, el artista vive la dimensión de la "bottega", el taller, donde el saber se perpetúa y se transmite, a semejanza del legado que hoy encarna Ferragamo. El genio de Granacci reside en su capacidad para fusionar tradición e innovación, a menudo desdibujando las líneas de la historia del arte. Abrazando el "hic et nunc" -el "aquí y ahora" de los antiguos- sus creaciones se erigen en iconos, suspendidos con gracia entre el ayer y el mañana.
Desde los albores del Renacimiento, Florencia ha latido como un crisol donde intelectuales, artistas, científicos y músicos fusionan sus diversos conocimientos. Gracias al patrocinio innovador de los Medici, la ciudad se transforma en un escenario expansivo que da a luz a una comunidad experimental. Los estudios y academias de artistas, cargados de fervor vibrante, emergen como epicentros de la alquimia creativa. Desde estas profundidades florentinas surge un ethos ecléctico, esculpiendo nuevos paradigmas de belleza y moralidad. Estos mismos valores son los pilares de la visión de Ferragamo, cuyo espíritu se entrelaza con una sinfonía moderna de creativos - desde creativos, directores y fotógrafos hasta artistas, diseñadores de sonido y académicos. Juntas, forjan una comunidad dinámica, dando forma a un tapiz multifacético de arte y pensamiento contemporáneo.